Elemento patrimonial: Barrio de Santa Catalina
Municipio: La Guancha
Santa Catalina fue el primer asentamiento poblacional surgido tras la conquista de Tenerife a finales del siglo XV por Alonso Fernández de Lugo en el territorio de La Guancha. Este último otorgó tierras y aguas, conocidas como «datas», a quienes lo apoyaron en la empresa. Los primeros colonizadores, originarios de Gran Canaria, se establecieron en estas tierras de «malpaís» cerca de dos fuentes de agua. En Santa Catalina, destaca el personaje de Juan Dana, cuyo nombre dejó huella en el barrio a través de la toponimia de algunos rincones del mismo.
Como su nombre indicaba, estas tierras volcánicas eran áridas y secas, caracterizadas por el malpaís. Sin embargo, el desarrollo de la población se debió a la «Fuente de Santa Catalina», ubicada cerca de la ermita. Su origen se encuentra a unos metros barranco adentro, donde tres nacientes han abastecido la zona durante siglos.
Ya en 1515, se erigió una ermita en honor a Santa Catalina mártir de Alejandría, dada la procedencia grancanaria de los colonos. En ese siglo, el pago de Santa Catalina adquirió relevancia, con el nombramiento de alcaldes de lugar con atribuciones administrativas, como era supervisar la carga de leña y madera en los puertos de San Juan y Santa Catalina del Malpaís.
La ermita original, pequeña y sencilla, fue destruida por el aluvión de noviembre de 1826, que también causó dos muertes. Se ubicaba cerca de la actual «Puerta Quemada», quedando solo parte del muro de la plaza, hoy desaparecido.
La pérdida de la ermita significó cuarenta años sin lugar de oración para los habitantes. Gracias a las contribuciones de vecinos del barrio y de San Juan de la Rambla, incluyendo a Juan Falcón y Luis Pérez Grillo (quien donó el solar), la ayuda del cura de San Juan, y la labor de Basilio Oramas Hernández y Antonio Diaz-Llanos, se construyó la ermita actual. Autorizada en 1867, su construcción finalizó en 1873, siendo inaugurada cinco años después, como indica la inscripción en la fachada.
Junto a la ermita, un cedro y una palmera, testigos de la historia local durante el último siglo, aún se conservan. La palmera ya se mencionaba a principios del siglo XX en el libro «Crónicas de La Guancha, a través de su refranero».
Este histórico caserío contaba con unas cincuenta viviendas de arquitectura tradicional rural canaria. Se combinaban casas de dos plantas junto al camino real, que atravesaba todo el norte de la isla hasta los municipios de la isla baja, con viviendas de una planta al norte, estas últimas austeras, de una o dos habitaciones con pavimento de loza, construidas en el siglo XVIII o incluso antes. Caracterizadas por planta rectangular o cuadrangular, tenían techumbre a cuatro aguas y gruesos muros de mampostería con argamasa de barro encalados.
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